“El cuento de nunca acabar”

Por: Mónica Aguilar.

Mi primer día en el hospital. Saludo amablemente. Me presento con mis nuevas compañeras y en respuesta recibo un enorme silencio. ¡Qué más da! decido ignorarlo sin perder la educación. Instantáneamente recuerdo aquella enseñanza de la Universidad, donde me advirtieron que enfrentaría este “duro” ambiente laboral. En ese momento, resonaron las palabras de mi maestra: “Siempre saluden, aunque no les respondan, sean educadas, al fin y al cabo así es Enfermería, así ha sido siempre,  y tenemos que adaptarnos a eso”. 

Restando importancia a lo anterior, recibo a mis pacientes muy emocionada y con mucho miedo a cometer errores, pero ¿Quién no ha iniciado así? Solo espero que mis compañeras sean amables conmigo. En el transcurso del turno, voy notando que desconozco algunos procesos propios del servicio en el que me encuentro, por lo que me animé a preguntar. Después de todo, ¿Qué tan malo sería?

No me imaginaba el grave error que cometía. Me estrellé en seco contra ese muro de cristal invisible que se construye automáticamente  entre la compañera nueva -yo- y la antigua. Ella me miró de pies a cabeza, se carcajeó y se marchó, sin darme respuesta. Inmediatamente me pregunté ¿Qué pasó?, ¿Hice algo mal? ¿Será que me conoce, y le hice algo en el pasado  que le haya molestado tanto para tratarme así?. 

Soy la nueva, supongo que debo tolerarlo -pensé-. Preferí dejarlo pasar. Acudí a otra compañera que en contraste con las demás, parecía amable. Le pregunté lo mismo, y vi como su expresión facial cambió a algo desagradable. Me explica apenas a regañadientes, exagerando lo ignorante que soy, en un tono alto de voz, para hacerlo notar con las otras compañeras y los pacientes.

En esos momentos me pregunté ¿Por qué demonios me atreví a preguntar?… me siento como un bicho raro, como la apestada. Continuó trabajando, sintiendo miles de reflectores sobre mí.  Alzo la mirada y noto que murmuran y se ríen. De repente, escucho comentarios al aire directos sobre mi “falta de iniciativa” y conocimientos sobre el manejo de los pacientes. Lucho por ignorarlo. El turno ya mero termina, solo puedo pensar en que ya me quiero ir. 

Al día siguiente, las compañeras son las mismas y todo vuelve a ser igual, a lo lejos escucho risas y mi nombre. Que desagradable -pienso- pero solo me queda adaptarme “porque enfermería así ha sido siempre, así es y me tengo que adaptar”. 

Llevo meses aquí y las compañeras ya no me tratan mal, ahora soy una igual. Hoy se presentó una suplente en el servicio. Al fin, ya no soy “la nueva”.  Las demás se acercan a mí, hacen comentarios hirientes sobre ella, nos reímos. Al fin me siento parte del grupo. Platicamos y nos burlamos de otras enfermeras, entre ellas, nuestra compañera nueva. Comentamos sobre su poco conocimiento del manejo del servicio y los procedimientos, los errores que comete y lo poco que sabe actuar ante situaciones difíciles. Obviamente nadie le ayuda. ¡Vaya que estúpida! ¿Qué le cuesta investigar?…Hoy se acercó a mí. Obviamente no tengo tiempo de enseñarle. Tengo mucho trabajo, que flojera. Preferí no gastar mi tiempo, me di la vuelta y la ignoré. Me acerqué a mis compañeras, les comenté sobre la pregunta tonta que hizo, y nos reímos. Tiene que aprender, a mí me costó. Que le cueste a ella también. Así como yo sufrí, ella tiene que pasar por lo mismo, total “Enfermería es así, así ha sido y tiene que adaptarse”, ¿Acaso no se lo enseñaron en la escuela?...

La Cruz Blanca

La Cruz Blanca, 2020.

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